Sala Rekalde acoge la muestra de Endika Basaguren, artista becado por la Diputación Foral de Bizkaia

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El Gabinete Abstracto de la Sala Rekalde acoge la exposición de Endika Basaguren (Bilbao, 1978) dentro de barriek 2019, programa en el que se muestra durante el año una selección de los y las artistas que han disfrutado de las Becas de Creación Artística de la Diputación Foral de Bizkaia.

Bajo el nombre «Borrar las huellas de la memoria» Endika Basaguren muestra un trabajo realizado durante seis años, una labor que ha desarrollado destruyendo la obra en diferentes performances a través del fuego, la destrucción además ha sido documentada con videos y fotografías. Las cenizas resultantes de este proceso y los restos de esa destrucción son los únicos medios (junto con aglutinantes, médiums, pigmentos, etc.) con los que ha desarrollado la obra que aquí se presenta: una serie de antropometrías, autorretratos, manchas, etc., basadas todas ellas en recuerdos personales, buscando una reconciliación con la propia historia y memoria del artista.

Reflexión de Endika Basaguren

Henri Michaux solía definir al artista como aquel que se resiste de manera absoluta al impulso de no dejar huellas. Y la verdad, nunca como hoy la fiebre por dibujar un rastro ha marcado tanto la cultura. Ahí están Facebook o Instagram y su respectiva obsesión por dejar una señal capaz de probar cualquier experiencia. Facebook resulta una mezcla del sueño de Beuys, «todos somos artistas», con la actitud de Oscar Wilde, «todo es susceptible de ser arte». Tal vez ahora lo más inquietante se juegue en la negativa a dejar rastro, con el artista convertido en un borrador de pistas.

Mi propuesta es precisamente la de actuar como borrador, como destructor de mi propia obra y pasado, para que esa acción genere una nueva obra que defina lo que «soy». Lo cierto es que los artistas siempre han tenido una pulsión destructiva que complementa la creativa. Para crear algo nuevo hay que destruir lo que había previamente. El arte avanzado es la destrucción de lo anterior.

Rauschenberg es el gran ejemplo de que se puede crear destruyendo. Con Erased de Kooning Drawing (1953) realizó la primera obra que surgía de la destrucción de otra pieza consagrada en el mundo del arte. Una creación por eliminación y no por adición. Una serie de artistas trabajaron después de forma similar. El grupo Fluxus, Wolf Vostell y sus decollage o la artista contemporánea Valerie Hegarty, quien, en su serie más conocida, realiza pacientes copias de obras de arte del pasado que luego somete a terribles torturas, quemándolas, disparándolas, acuchillándolas…etc.

Todas estas acciones «destructivas» se han efectuado para romper con el arte del pasado, reflexionar sobre la historia del arte, pero en mi caso esa ruptura es con mi propia obra y con mi propia historia. En esta línea, destruyo buena parte de mi trabajo; toda la obra realizada durante aproximadamente seis años, la cual siempre mantengo oculta, quizás como negación de lo que en ese momento fui. Se trata de una etapa/obra con la que no me identifico debido a la falta de consciencia y lucidez a la hora de ejecutarla.

Es imposible borrar nuestro pasado completamente; evocar nuestros recuerdos nos ayuda a dar sentido a la realidad y reafirmar nuestra identidad personal. En palabras del filósofo Emilio Lledó, «ser es esencialmente ser memoria, es encontrar una forma de coherencia, un vínculo entre lo que somos, lo que queremos ser y lo que hemos sido».